lunes, 18 de noviembre de 2013

Lipovetsky y la "Felicidad Paradojica"

Conforme avanza el consumismo, el cliente también avanza, aprende, evoluciona y cambia de opinión. Nada hace mas evidente esto que comparando anuncios de hace 50, 30 o 10 años en comparación con los de ahora. Nos damos cuenta que los productos pueden ser similares, pero la idea con la que vienen acompañados cambia radicalmente. Naturalmente, no podemos esperar que nos siga atrayendo el mismo tipo de publicidad durante tanto tiempo. La sociedad se aburre y pierde interés, muy pronto ya no nos interesa que tan funcional es el producto, sino que tan estético sea, y no tarda mucho hasta que nos hartemos de fijarnos solamente en la estética.

Como ya ha señalado Verdu, lo que hoy se nos vende no son productos y sus funciones como tales, se nos vende estilos de vida, imágenes sociales, se nos vende rangos , jerarquías, necesidades aparentes, se nos vende ideas acerca de lo que deberíamos de tener y de cómo debemos de consumir y con que frecuencia. El capitalismo ha modulado como es que se nos venden los productos; en cuanto comienzan a detectar que la sociedad responde menos a un tipo de marketing, deben idear una nueva forma de mantenernos en las tiendas, y es mucho mas barato vendernos ideas diferentes que cambiar los productos cada vez que dejamos de poner atención.

Así es como observamos que ahora capitalizan con el miedo de no tener ciertos productos, miedo a no contar con el mayor confort posible o en el mas extremo de los casos, miedo a la perdida de la salud. Las madres, en un terror casi paralizante de hacerle daño a su hijo, están dispuestas a pagar copiosas cantidades de dinero en un pañal que promete no rozar la piel a diferencia de otros pañales, hechos de agujas y cristal molido. Caso similar con el papel sanitario, una compra en la que, de acuerdo a los anuncios, arriesgamos un total desastre sanitario bioquímico si nos equivocamos de papel sanitario. Así como con la pasta de dientes y los shampoos, al parecer nadie de nosotros tenemos el producto adecuado para limpiarnos, y a menos que compremos los mas recientes, arriesgamos ser exiliados sociales por nuestro cabello grasoso y exuberante placa dental. En defensa de los creadores de esta publicidad, no tienen otra alternativa mas que capitalizar de nuestro miedo e ignorancia, convenciéndonos de que todavía hay mucho que mejorar en los pañales, jabones y papeles de baño, cuando en realidad, estos productos han cambiado en poco o nada desde su creación. No hay forma de mejorar el papel de baño, ya es tan bueno y funcional como alguna vez lo fue o será.


¿Pero que hay de los productos que si pueden ser mejorados? Pues resulta que en estos casos, no somos lo suficientemente cómodos. De acuerdo a los anuncios mas recientes de un Smartphone, todos los demás dispositivos tecnológicos son molestos, absurdos y primitivos y hemos estado viviendo como cavernícolas. Nos venden la idea de que estos productos no son un lujo, sino una necesidad,  los necesitamos para evitar el ridículo y necesitamos disponer de nuestros arcaicos aparatos antes que nos causen un choque automovilístico. Al parecer incluso utilizar las manos para operar la tecnología es considerado primitivo e innecesario.

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