Conforme avanza el consumismo, el cliente también avanza,
aprende, evoluciona y cambia de opinión. Nada hace mas evidente esto que
comparando anuncios de hace 50, 30 o 10 años en comparación con los de ahora.
Nos damos cuenta que los productos pueden ser similares, pero la idea con la
que vienen acompañados cambia radicalmente. Naturalmente, no podemos esperar
que nos siga atrayendo el mismo tipo de publicidad durante tanto tiempo. La
sociedad se aburre y pierde interés, muy pronto ya no nos interesa que tan
funcional es el producto, sino que tan estético sea, y no tarda mucho hasta que
nos hartemos de fijarnos solamente en la estética.
Como ya ha señalado Verdu, lo que hoy se nos vende no son
productos y sus funciones como tales, se nos vende estilos de vida, imágenes
sociales, se nos vende rangos , jerarquías, necesidades aparentes, se nos vende
ideas acerca de lo que deberíamos de tener y de cómo debemos de consumir y con
que frecuencia. El capitalismo ha modulado como es que se nos venden los
productos; en cuanto comienzan a detectar que la sociedad responde menos a un
tipo de marketing, deben idear una nueva forma de mantenernos en las tiendas, y
es mucho mas barato vendernos ideas diferentes que cambiar los productos cada
vez que dejamos de poner atención.
Así es como observamos que ahora capitalizan con el miedo de
no tener ciertos productos, miedo a no contar con el mayor confort posible o en
el mas extremo de los casos, miedo a la perdida de la salud. Las madres, en un
terror casi paralizante de hacerle daño a su hijo, están dispuestas a pagar
copiosas cantidades de dinero en un pañal que promete no rozar la piel a
diferencia de otros pañales, hechos de agujas y cristal molido. Caso similar con
el papel sanitario, una compra en la que, de acuerdo a los anuncios,
arriesgamos un total desastre sanitario bioquímico si nos equivocamos de papel
sanitario. Así como con la pasta de dientes y los shampoos, al parecer nadie de
nosotros tenemos el producto adecuado para limpiarnos, y a menos que compremos
los mas recientes, arriesgamos ser exiliados sociales por nuestro cabello
grasoso y exuberante placa dental. En defensa de los creadores de esta
publicidad, no tienen otra alternativa mas que capitalizar de nuestro miedo e
ignorancia, convenciéndonos de que todavía hay mucho que mejorar en los
pañales, jabones y papeles de baño, cuando en realidad, estos productos han
cambiado en poco o nada desde su creación. No hay forma de mejorar el papel de
baño, ya es tan bueno y funcional como alguna vez lo fue o será.
¿Pero que hay de los productos que si pueden ser mejorados?
Pues resulta que en estos casos, no somos lo suficientemente cómodos. De
acuerdo a los anuncios mas recientes de un Smartphone, todos los demás
dispositivos tecnológicos son molestos, absurdos y primitivos y hemos estado
viviendo como cavernícolas. Nos venden la idea de que estos productos no son un
lujo, sino una necesidad, los
necesitamos para evitar el ridículo y necesitamos disponer de nuestros arcaicos
aparatos antes que nos causen un choque automovilístico. Al parecer incluso
utilizar las manos para operar la tecnología es considerado primitivo e
innecesario.
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